Cada año, en vísperas de Nochebuena, las principales calles y avenidas del Gran Santo Domingo se convierten en exhibidores de cerdo en puya, el plato de mayor demanda y uno de los negocios más lucrativos de la época, pues es casi imposible imaginar una cena navideña sin el plato de cerdo asado en su mesa.
Sin vigilancia del Ministerio Salud Pública, los vendedores de cerdo asado aplican su propio protocolo para evitar contagios por coronavirus y atraer a los clientes en víspera de Nochebuena.
“Aquí el que no traiga mascarilla no entra a comprar” dice Ramón Sánchez, que desde el 2005 vende cerdos en víspera de la Nochebuena en la Autopista de San Isidro.
Ramón confía en que que a pesar de la pandemia la gente va a salir a comprar la cena.
En ese mismo orden se expresó Juan Rosso, que también se dedica a la venta de carne de cerdos.
Desde hace 15 años junto a cuatro de sus amigos vende cerdo y pollo.
“Somos los más solicitados de la zona, hemos tenido que dividirnos en dos para poder dar respuesta a la demanda”.
“Si alguien no tiene mascarillas y viene a comprar nosotros se la regalamos, a veces la gente sale de su casa distraída y puede olvidarla, nosotros aquí se la suplimos”, indicó Jacobo Díaz.
A medida que se acerca la hora de la cena de cena Nochebuena aumenta el entusiasmo de los vendedores.
No obstante, y como bien reza el dicho, que la esperanza es lo último que se pierde, mantienen altas sus expectativas. Aunque aseguran que prepararán aproximadamente la mitad de la cantidad que en años anteriores, esperan con optimismo el 24, que es cuando dicen pueden llevarse una grata sorpresa.
Una libra de pierna de cerdo asada cuesta desde RD$289.00 hasta RD$350.00 y el pollo entero horneado cuesta desde RD$300.00 hasta RD$315.00 la libra.
Los precios también pueden variar si productos como el pollo, pavo y cerdo se compran crudos. El pollo crudo cuesta desde RD$63.00 la libra en los establecimientos visitados, el cerdo desde RD$75.00 y el muslo de pavo desde RD$75.00.
El alza en los precios de la carne porcina y los sazones, la prohibición de fiestas multitudinarias y el hecho de que algunas personas se niegan a consumirlo por temor a contagiarse del virus, dada la exposición al aire libre que caracteriza este método de cocción, son algunas de las razones a las que los vendedores atribuyen la baja en el negocio, pero como bien reza el dicho, que la esperanza es lo último que se pierde, mantienen altas sus expectativas.